EL AUTOCUIDADO COMO UNA HERRAMIENTA CONTRA LA DESIGUALDAD DE GÉNERO
Por: Aranza Díaz
«Cuidarme a mi misma no es auto indulgencia, es auto preservación y eso es un acto político», esta frase de la teórica feminista Audre Lorde es el punto de partida idóneo para comenzar a hablar de autocuidado desde una mirada más transgresora y política; el autocuidado no es solo una práctica sobre una misma, sino la posibilidad de desafiar al sistema a través de tomar el timón sobre el tiempo y nuestro territorio.
De esta postura, parte la idea de que el autocuidado es, tal vez, una de las herramientas más poderosas que las mujeres pueden ejercer en su cotidianidad; un acto que parte del amor propio y del aprendizaje de la compasión. El autocuidado no exige, ni sigue recetas de qué debemos o no hacer, sino más bien, abre la posibilidad de colocarnos al centro de nuestra propia vida, alejadas de la culpa, el remordimiento y el castigo.
¿Por qué el autocuidado es parte de una liberación sistémica? De acuerdo con la fundación Friedrich Ebert Stiftung, existe una opresión internalizada que responde a lógicas del poder patriarcal y capitalista, que transgreden la salud mental y emocional. La idea de la inmediatez, la incertidumbre, la explotación, el trabajo no remunerado, el cuidado y la idea feminizada del sacrificio por otras personas, obstaculizan el derecho al autocuidado.
«Nos hacen tratarnos como nunca trataríamos a alguien a quien amamos«, señala el órgano.
Este autocuidado fomenta evitar someterse a los ritmos y roles de vida que el sistema exige, tratando de encontrar la autonomía, abrazar nuestra individualidad y proteger el cuerpo que habitamos. Pero esta postura no sólo nace de lo singular, sino que también, escala a la colectividad, una herramienta de política feminista que se antepone para cuestionar el privilegio, reconocer el poder de proteger nuestros territorios y posteriormente, construir la colectividad con otras mujeres.
Fuente: Cimac Foto
Reconocer qué duele y qué nos hace sentir mejor, es una parte indispensable del autoconocimiento que, cuando compartimos con otras personas, nos hace construir colectividad; verse reflejada en otras mujeres. Esto lo refiere el Manual del Autocuidado de la organización Ideas Comunitarias, señalando que compartir este autocuidado, nos hace reconocer que muchas veces luchamos contra las mismas barreras.
«El cuidado colectivo implica prácticas de escucha atenta de sí mismas, de sí mismos y con las otras y los otros; de igual manera, que el reconocimiento y validación de nuestras emociones y necesidades debe tener un lugar preponderante y que aprender a atendernos es una oportunidad para vivir de manera diferente.»
De autocuidado, egoísmo y privilegio
Hablar de autocuidado es distar de una visión romantizada sobre paz mental y más bien, poner el acento en reconocer que esta es una herramienta de autodefensa que nos permite cuestionar el privilegio. Esto último, lo nombra la afrofeminista Claire Heuchan, quien señala que este tema puede resultar controvertido para algunas mujeres que desprecian esta idea por considerarlo poco relevante o sin mayor peso para la lucha en la igualdad de género.
Desde la perspectiva de la teórica, estas ideas están amortiguadas por el privilegio de clase que no permite entender lo vital que es el autocuidado para las compañeras más marginadas.
«La lucha política impregna casi todos los aspectos de nuestras vidas de una manera que amenaza con convertirse en consumidora. No hay retroceso del tejido mismo de nuestra existencia, ninguna esfera de nuestras vidas en las que las políticas de liberación se vuelvan menos apremiantes. El autocuidado es supervivencia»
Fuente: Cimac Foto
En nuestro país, el Instituto Nacional de las Mujeres advierte que, las mujeres ocupan todo su tiempo al trabajo remunerado y no remunerado; sus horas libres son utilizadas para cuidar, hacer compras, planear la rutina del día siguiente e incluso, a ejercer los cuidados pasivos, un tipo de labor que consta de recordatorios mentales y pendientes relacionados al bienestar de otras personas, por ejemplo, planear citas médicas, la comida del día siguiente, recoger ropa de la tintorería y demás pensamientos que se traducen en insomnio y estrés.
El Inmujeres explica que mientras las mujeres están desempeñando esta doble jornada laboral que les acredita una pobreza de tiempo extrema, los hombres sí disfrutan del ocio, del cuidado personal, del ejercicio y del estudio. Según refiere la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo 2019, las mujeres dedican una hora menos a la semana a descansar, en materia del cuidado de la salud, las mujeres destinan 5.2 horas; los hombres 6.2.
Fuente: Cimac Foto
En este sentido, en un país donde las mujeres no tienen posibilidad de descansar y donde los cuidados impactan fuertemente en la salud mental, la posibilidad de ejercer el autocuidado, gozar del ocio, de la diversión, del descanso, de asistir a citas médicas, de la lectura, del placer, de la educación, de una caminata e incluso, una siesta, resulta un acto revolucionario contra un sistema que copta la libertad de amarnos.