enero 31, 2023

ARTÍCULO

LOS MACHISTAS SE HACEN

Por: Lucía Lagunes Huerta

Normalmente cuando hablamos de estereotipos inmediatamente se piensa en los estereotipos femeninos y rarísima vez se habla de los estereotipos machistas que sostienen la desigualdad en las mujeres y el ejercicio de la violencia de los hombres.

Sin embargo, cuando tenemos una noticia como la del pasado martes que publico el periódico Reforma sobre la tragedia ocurrida en la Comunidad del Tejocote, municipio de la Perla, en Veracruz, tendríamos que parar el mundo para reflexionar sobre los impactos que estos estereotipos machistas provocan en los niños, quienes además se desarrollan en un país violento.

Claro, considerando que los estereotipos son instrumentos creados por un sistema patriarcal para garantizar su supervivencia a través del sometimiento de las mujeres.

El hecho noticioso; un niño de 10 años mató a su amigo de 11, con una pistola que estaba en su hogar, luego de que éste le ganara en las maquinitas.

Cuando ocurren estas tragedias hay una tendencia de las autoridades, la sociedad y los medios de comunicación a mirarlo de manera aislada y responder como lo hace el gobernador veracruzano, Cuitláhuac García, que es perseguir a las personas adultas que rodean al menor de edad.

La pregunta que tenemos que hacernos para abrir el lente y mirar el contexto, es qué ocurre en nuestro país que lleva a niños a volverse asesinos, pues lo ocurrido en el Tejocote no es el primer caso en México y estoy segura que tampoco en Veracruz.

En 2019 un recuento periodístico trajo a la memoria cinco casos de varones menores de edad que en diversas entidades estaban involucrados en el asesinato de otras personas de su misma edad o de edades mayores a ellos, que por las dimensiones de los casos se convirtieron en hechos mediáticos.

Mirar cómo se construye la masculinidad y cómo los estereotipos machistas siguen formando hombres violentos, desde la niñez, nos permite entender como los niños y los adolescentes terminan involucrados en hechos violentos.

En los años 90 la academia feminista indagó sobre la construcción del género en la niñez. Uno de los hallazgos, de este estudio, identificó que a los 7 años de edad, niñas y niños sabían qué papel tenían que jugar a partir de sexo con el que nacieron.

Las niñas identificaban que pertenecer al género femenino significa ser débil, bonita y llorar, por su parte los niños sabían que la masculinidad implica ser valientes, fuertes y poderosos y no es que lo supieran de la nada, sino que van siendo formados en su género a través de un complejo proceso de socialización que, desde la niñez, nos marca.

Pese a lo años que han transcurrido después de ese estudio y con la evidencia en la mano, en la esencia los hombres no han hecho grandes cambios, y lo ocurrido en el Tejocote nos obliga a revisar cómo los estereotipos machistas siguen presentes y son exacerbados ante un clima de alta violencia generalizada en nuestro país.

Ser valiente, fuerte y poderoso, implica ejercer la violencia, como un elemento fundante de la masculinidad patriarcal y como un instrumento para ejercer el poder.

Que los niños jueguen a ser sicarios, que creen retenes para amagar a los automovilistas con armas de juguete, que los temas de fiestas infantiles de niños sean la simulación de estructurales criminales, son el ejemplo de estos mecanismos socializantes de las masculinidades violentas como lo reportamos recientemente en cimacnoticias.

En un país de violencia criminal generalizada y normalizada que en días de Reyes el juguete más vendido en México sea las armas en su amplia gama, nos habla de esta formación social de la masculinidad violenta relacionadas con las estructuras criminales.

Que los niños de diez años tengan acceso a armas es el reflejo de lo que vivimos en México. El tráfico ilegal de armas después del operativo Rápido y Furioso es brutal, según las filtraciones de guacamaya, publicada en los medios, entre el 1 de enero de 2020 y junio 2022 se decomisaron 49 mil armas de todos los calibres en nuestro país.

Si a las masculinidades violentas se les agrega la accesibilidad a las armas de fuego, los resultados son nefastos. En 2015 el INEGI reportó que el homicidio era la segunda causa que llevaba a los adolescentes a enfrentar un proceso ante la ley, en la gran mayoría el instrumento del asesinato fue una pistola.

Especialistas en violencia contra las mujeres señalan que la accesibilidad a las armas de fuego provocó el año pasado 6 de cada 10 feminicidios cometidos por hombres dentro de los hogares de nuestro país.

Este es el contexto en que los niños mexicanos se forman y se desarrollan y son las condiciones que permiten que las tragedias letales involucren a niños de 10 años.

La masculinidad violenta, es una construcción diaria desde que el mundo es patriarcal.

Un estudio realizado en 2006 en torno a los jóvenes mexicanos por la investigadora Elsa Guevara Ruizseñor, señala “que los cambios operados en la población de varones, ocurre especialmente en sectores urbanos, escolarizados y de jóvenes. Se trata de cambios que no obedecen a la voluntad individual o rasgos específicos de personalidad, sino que responden a complejos procesos psicosociales que involucran estructuras institucionales y condiciones personales que hacen posible la emergencia de nuevos referentes sociales de lo masculino, nuevas prácticas y formas de relación.”

Ello explica porque una campaña publicitaria que apela al cambio individual de los hombres adultos esta destina da al fracaso si es lo único.

Porque, como lo plantea el estudio, la masculinidad “es una posición social que hace posible el acceso a diversas formas de capital derivadas del lugar que ocupan ciertos individuos por su condición de hombres y que amplía su campo de acción, su ámbito de decisión individual y sus oportunidades de poder, por tanto, no se trata de un atributo de los individuos, sino de las posibilidades de poder y los márgenes de acción que la sociedad les permite”.

Por ello, ante hechos tan lamentables como los ocurridos en Tejocote, Veracruz es necesario reconocer los impactos de la formación masculina basadas en la violencia y el poder sobre los demás, requerimos transformaciones sociales y estructurales de fondo que se encaminen realmente a la construcción de la igualdad entre mujeres y hombre y cierre por completo cualquier forma de opresión de las mujeres.